¿Te has detenido a pensar quién crea realmente los anuncios que hoy te impactan en redes sociales, YouTube o plataformas de streaming? Detrás de muchos de esos videos no hay un director creativo tradicional, ni un editor encerrado frente al monitor durante horas. En más de la mitad de los casos, hay una inteligencia artificial trabajando, aprendiendo, optimizando. Y lo más interesante: esa cifra seguirá creciendo. Según los reportes más recientes del ecosistema publicitario global, más del 50 % de los compradores de medios ya utilizan inteligencia artificial (IA) para la creación de video ads. Se espera que para 2026 esa participación se dispare aún más. La tendencia es clara: la IA no es una moda pasajera; es la nueva columna vertebral del marketing audiovisual. Pero detengámonos un momento. ¿Qué significa realmente este cambio para las empresas, los equipos de marketing y ventas, y los consumidores? ¿Estamos ante una era de creatividad potenciada o ante la automatización del pensamiento humano? El punto de inflexión: cuando los datos se vuelven creativos Durante décadas, la creación publicitaria fue territorio exclusivo de la intuición, el ingenio y la experiencia. Hoy, esos ingredientes siguen siendo valiosos, pero se mezclan con un nuevo componente: el algoritmo. Un algoritmo que no solo analiza datos, sino que propone guiones, selecciona música, ajusta colores, evalúa performance y, a veces, toma decisiones creativas más rápido de lo que una agencia podría reunir a su equipo. Imaginá a un experto en marketing que antes dedicaba días a testear distintas versiones de un anuncio. Con IA, puede generar cien versiones distintas en minutos, medir automáticamente cuál funciona mejor y ajustar la estrategia sobre la marcha. Es como tener un ejército de asistentes creativos que nunca duermen, no se cansan y aprenden con cada proyecto. Y sin embargo, la pregunta persiste: ¿dónde queda la huella humana? De la automatización a la hiperpersonalización Uno de los grandes aportes de la IA al marketing audiovisual es la capacidad de personalizar mensajes a gran escala. Ya no se trata solo de adaptar un mismo anuncio a distintos segmentos, sino de construir experiencias únicas para cada espectador. Pensemos en una marca de ropa deportiva. Antes, su campaña de video mostraba a un atleta genérico corriendo al amanecer. Hoy, gracias a la IA, ese mismo anuncio puede cambiar según el perfil del usuario: – Si el espectador es amateur, el mensaje enfatiza la motivación. – Si es profesional, resalta el desempeño del producto. – Si entrena en casa, el video muestra rutinas adaptadas. Todo esto ocurre en tiempo real, impulsado por sistemas que analizan los datos de comportamiento, intereses y contexto del consumidor. El resultado: mayor conexión emocional, mejores tasas de conversión y una sensación genuina de relevancia. Pero aquí viene el desafío: ¿sabemos hasta qué punto estamos personalizando, y cuándo empezamos a manipular? El marketing ya no es solo ciencia, es ingeniería emocional Más que nunca, la frontera entre tecnología y empatía se difumina. La IA ofrece herramientas poderosas, pero sin un propósito claro y un marco ético, puede convertirse en un arma de doble filo. Los algoritmos aprenden de datos… y los datos reflejan comportamientos humanos, con todos sus sesgos incluidos. Si no supervisamos cómo se entrenan, podríamos terminar reforzando estereotipos, invisibilizando audiencias o fomentando mensajes inconscientemente discriminatorios. Entonces, el nuevo rol de las empresas de consultoría comercial, marketing y ventas no es solo “usar” IA, sino guiar a las organizaciones a **usar la IA con conciencia**. A enseñar a los equipos a combinar análisis, tecnología y visión humana. Porque la creatividad del futuro no depende solo de lo que la máquina puede hacer, sino de **lo que el ser humano decide hacer con ella**. Tres errores comunes en la transición hacia la inteligencia creativa Aunque el entusiasmo por la IA crece, muchas empresas tropiezan al implementarla. Estos son tres errores frecuentes que conviene evitar: 1. Pensar que la IA reemplaza totalmente al equipo humano. La inteligencia artificial puede acelerar procesos, pero no siente, no interpreta contextos culturales ni comprende las sutilezas del humor o la ironía. La sinergia ideal surge cuando los equipos combinan la intuición humana con la capacidad de análisis de las máquinas. 2. Fallar en la integración estratégica. Adoptar IA no es instalar una herramienta y listo. Es rediseñar procesos, capacitar a los colaboradores y redefinir indicadores de éxito. Las empresas que logran resultados no son las que “usan IA”, sino las que “piensan con IA”. 3. Olvidar el propósito de marca. Cuando todo se mide, se corre el riesgo de optimizar solo por clics o reproducciones. Pero si el mensaje pierde autenticidad, la marca también se diluye. La tecnología debe amplificar la identidad, no reemplazarla. Un nuevo rol para las consultoras: catalizadoras de transformación digital y humana En este contexto, las consultorías especializadas en marketing y ventas con foco tecnológico se vuelven claves. Ya no se trata solo de ofrecer estrategias de mercado, sino de acompañar procesos de reinvención. Imaginemos el trabajo de una consultora que ayuda a una empresa tradicional a integrar IA en su estrategia comercial. No basta con capacitar al equipo de marketing. Hay que rediseñar cómo se toman decisiones, cómo se miden resultados y cómo se interpreta la información que llega desde las plataformas automatizadas. Esa labor combina tres dimensiones: – **Tecnológica**, para entender cómo implementar la IA de manera eficiente y segura. – **Humana**, porque todo cambio generará resistencias y el liderazgo debe gestionarlas. – **Estratégica**, para mantener la coherencia entre los objetivos de negocio y las capacidades tecnológicas. El desafío real no es adoptar IA, sino **convertirla en ventaja competitiva sostenible**. Cuando la creatividad se mide en datos La inteligencia artificial no solo produce videos; mide su impacto en segundos. A partir de métricas de atención, tiempo de visualización o emociones detectadas en microsegundos, los modelos ajustan automáticamente los elementos visuales, la música y el ritmo narrativo. Eso significa que las campañas dejan de ser piezas fijas: se convierten en organismos vivos que evolucionan según la respuesta del público. Pero cuidado: en esa búsqueda
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